miércoles, diciembre 26, 2007

POR

El rencor que no se supera, muta, sigue latente y, en cualquier momento, puede atacar. Así me acabo de despertar, asustada, temerosa de mi soledad sabiendo que estoy sola, que estoy castigada y hay monstruos bajo mi cama, en mi armario, acechando en algún lugar.
Y no puedo dormir y tú no estás.
¿Volverás a estar?

He perdido el apoyo, la confianza, una vez más. Inquiero. ¿Del todo, parcialmente? ¿Cuánto de verdad? ¿Dónde están los mimos acariciantes de tu voz, tu nocturnidad redentora del temor?

Temo la noche, temo la soledad. Me temo cuando te espero y tú no estás

lunes, diciembre 03, 2007

Podéis llamarlo exceso, para mí es sabiduría corporal, y, en cualquier caso, es más que una elección

Pensaba despertarme tarde, más de lo común, ignorando con mucha voluntad mi tendencia a madrugar, mi horario interno que no me da horas diurnas de cama.

Seguía soñando, y estaba ella, una ella cualquiera. De hecho, pensaba arreglármelas para echarla enseguida, pero, en ese momento, era demasiado intenso el impulso de mi cuerpo, demasiado para claudicar. La chica, en mi cama, intentaba quitarme la ropa, quería acariciarme. Era un sueño lento, pero mi cuerpo dormido ha empezado a llenarse ansioso de excitación.

Y ahí ha entrado la claridad en mi sueño, así que, aún dormida, he dejado de soñar, quería dejar ese momento. Aún dormida, he pensado en otro cuerpo, en otra boca, mientras crecía la palpitación. Quiero que me chupes, quiero tu boca, quiero sentirme viva, quiero lo que tú me das.
Y, cuando al fin me he despertado, ahogando sonidos en la almohada, ya había abierto mi cajón, ya había echado mano del lubricante y el vibrador, y, con las descargas de placer, ha empezado mi día.

El primer paso ha sido, como no, ojear la hora del móvil, y leer esas palabras que me da, que me llenan, no como la percepción de su cuerpo. Es ese llenarme de vida, con pocas palabras, con su existencia, con el tono de su voz.

sábado, diciembre 01, 2007

Pornografía íntima

Golpea la noche causando dolor. Puedo oler muerte en mi cama, ¿fantasmas que hay que exorcizar? Reafirmo la certeza de palabras que no iban a llegar. Buscar consuelo en el verbo, que, como los sueños, no pueden regresar ni asirse. Se deshacen al despertar… belleza perdida que ya no ansío, que puede hacerme llorar.
Una cosa aprendí con los años, no hay límite en la cantidad de frustración que se puede soportar. Maldito conocimiento que la vida, de tanto en tanto, me fuerza a recordar.
Las lágrimas brillan como el polvo de estrella, que se desprende mientras el cuerpo celeste ya agoniza, cae, y, en su deceso, se cubre de la oscuridad donde vuelve todo a empezar.
Gotas de sangre que cubren el recuerdo de una tumba que no quiero visitar. Densas, como las montañas gestadas en el dolor.