martes, julio 31, 2007

Caída sin gravedad

Y así, la vida nos sorprende con plumazos espontáneos o anunciados, con sacudidas bruscas de nuestro mundo o de nuestro propio ser, que se rebela sin saber bien porqué, o sabiéndolo, que viene a tener la misma línea discontínua de claridad.

Así no se entiende nada, cayendo por un túnel donde no hay arriba o abajo, donde cerrar los ojos solo esconde el vértigo de que lo de atrás no sea lo que está por llegar. Pero el miedo no se va al perder la vista, la ceguera existencial es una gran ironía de la realidad. Cuando las barreras no tienen vuelta, la importancia clama a gritos ser atendida pero sin saber qué idioma habla la escuchamos, y con todas nuestras ganas no la podemos descifrar.

Una mirada en silencio, no quiero estorbar las imágenes de mis futuros sueños con palabras banas, con noticias urgentes que, para mí, bien pueden esperar.

¿Hay algún oráculo de las mentiras que queremos apropiarnos, para no tener que escalar montañas de propósitos y prioridades inútiles? ¿Dónde está la finalidad de lo que no se sabe acariciar?

La relatividad de lo que era inamovible, entra en el pasado, el futuro o en el limbo en que ansiamos perdernos para que el flotar nos ayude a perder el miedo a volar sin alas, a saltar sin red, a no saber si abajo hay agua profunda o rocas que esperan golpear sin avisar...

sábado, julio 14, 2007

Intentos

Búscame en el refugio de tu cuerpo, que es donde yo querría encontrarme.
Que el hambre sirva para nada, punzando las carencias incisivas en el alma, y en el cuerpo.
El calor no abotarga mis sentidos, solo incomoda el deseo insaciable que se columpia en tu ausencia. Somos y estamos en continuo proceso de disociación; ubícua y dividida, así me veo, pues hay un espejo que aprendió que de nada sirve reflejar la imagen, pero sopla nuestra realidad como la brisa que hoy ligeramente atraviesa cada estancia dejando atrás el tintineo inconstante que hipnotiza mi memoria y me transporta a los momentos en que aún no he estado. Y me falta el aire, sin embargo, para respirar tu olor e hinchar mi pecho desatado, que se niega a rendirse a la pura (i)lógica de mis minutos, y sucumbe en cambio al aleteo fugaz interrumpido por la sólida pared que son tus besos.

sábado, julio 07, 2007

Las reglas del juego



'No puedes conocerme, nadie puede llegar a conocer a nadie jamás...'


Se me escapan las retorcidas leyes del deseo, en cuestiones de tácticas, estrategias y demás.
No consigo entender el anhelo que muchas veces produce lo que no se puede tener. No hablo de querer algo que no está al alcance, sino de desear una cosa precisamente por poseer la cualidad de lo inasible.

En algunas (desacertadas) circunstancias de la vida, la obsesión nos puede poseer. Podemos caer en el molesto comportaminento de la incansable insistencia, y eso lo comprendo:
Entiendo el no poder resignarte si tu pareja te deja pero sigue compartiendo tu espacio personal, y asegura que no te puede superar.
Entiendo el patetismo de la reiteración de amor del mejor amiga/o, que sigue a nuestro lado porque no queremos perderlo, pero es incapaz de aceptar repentinamente límites impuestos que desea quebrar.

Entiendo la emoción de conocer a alguien especial, que surja una conexión y ver que esa persona no se quiere acercar: la frustración y el convencimiento que pueden llevarnos a no dejar a alguien en paz.

Pero no puedo entender la simple, llana e injustificada obsesión. Empecinarse en alguien sin motivo, y hacerle partícipe de ese afán de posesión. No hablo de enamorarse, no hablo de la desesperación por el sexo, no hablo de sucumbir ante una persona irresistiblemente atractiva.
Se trata de que alguien (generalmente habituado a triunfar) se proponga por todas conquistar a otra persona, sospechando que el rechazo solo aporta más ansias de ganar. Esto despierta en mí la curiosidad social y antropológica, sin más.

Además de molestarme ligeramente no poder resolver la cuestión, me hace gracia, pero ante todo, y básicamente, esta recurrencia impredecible es incómoda de soportar.


No quiero que me hablen hoy, es día de chocolate, helado y Las reglas del juego, que al menos muestran lo que yo no sé explicar.

martes, julio 03, 2007

Enredos de cama

Vivíamos en un extraño loft de cama gigante, dos de mis mejores amigas y yo: Hooligan y Florecilla. La tercera, la Hermana, estaba de visita, y ponía a punto su bici rosa para recorrer las calles de su nuevo hogar en el norte.
Enfrente de casa había un parque, un parque de niños correteando, y, en medio, una papelería-quiosco. El vikingo trabajaba allá: alto, fuerte, atractivo, de largo pelo castaño. A mis compañeras les daba mucho morbo, y algo de respeto.
A mí, me podía mi curiosidad: por lo desconocido, por los idiomas, por las tierras lejanas. Nos habíamos hecho colegas.
Allá iba yo, a buscarlo a su caseta, y me lo llevaba a casa. Florecilla era mi amiga fiel, y era lo único que podía hacer por ella. Lo había dejado claro, era un sueño, pero tenía que ser yo. Además, era el cebo, porque era amiga del vikingo, y porque él me deseaba.
Frente a frente nos encontrábamos los tres: ellos me miraban, yo les miraba; nadie hacía nada, pero era obvio que esperaban que fuese yo. Pasaba el rato, y yo... me echaba a llorar. Y ya no paraba. Encerrada en mi interior, lo único que conseguía decir, desesperada, era: 'No puc, l'estime, no pot ser', olvidando que el vikingo no entendía mi idioma, olvidando que, entre tanto balbuceo, era difícil entender nada. Pero ellos comprendían, y, a pesar de la desilusión de sus caras, venían y me consolaban.
Llegaba la Hooligan, y yo pensaba... ¿por qué no ella?. Ella tenía reticencias por su parentesco con Florecilla, y ésta, porque pensaba que Hooligan es incapaz de compartir a nadie en la cama.
La última escena se componía del momento en que, más tarde, Florecilla me contaba su hazaña.
Pero eso ya es su sueño, es parte de otra historia.
Me he despertado sobresaltada, feliz de ver la luz, y, por una vez, de estar sola en la cama. Florecilla desayunaba en la cocina, y se ha reído al oir mis vicisitudes nocturnas: 'pero no me cuentes eso, bonica, que me pongo mala'.
Para mí ha sido una pesadilla, una pesadilla en la que demasiada realidad de los últimos tiempos anda mezclada...