miércoles, octubre 24, 2007

Coloreando el calendario


Llueve, intermitentemente, pero sin amago de parar.
Después de viajar, de examinarme tratando de no sentirme suspendida por la vida, de echar de menos aquí y allá, de la soledad de las camas, de las camas compartidas, de estar (bien, a gusto, a ratos mal) en casa, en casas, en sitios, sin que sean mi hogar.

De cosmopolitismo impostado, de fingimiento de utilidad, de paseos irreales; sueños turbios, feos, amargos, asustándome las noches, levantándome constipada y con frío a mi alrededor.

Me gustan las mañanas grises, me gustan si hay algo que hacer, o si suponen un inciso en la espiral, de ocio en domingo, de periódico, película, desayuno y cama, desayuno en la cama, desayunar(nos) en la cama, cenar desayuno y poder tomar postre sin miedo a engordar.


Ojos cerrados, abiertos, nuevos colores: ahora me dio por el verde, bonito, el verde, verde prozac.

martes, octubre 16, 2007

EL DESAYUNO


Me gusta cuando dices tonterías,

cuando metes la pata, cuando mientes,

cuando te vas de compras con tu madre,

y llego tarde al cine por tu culpa.

Me gustas más cuando es mi cumpleaños

y me cubres de besos y de tartas,

o cuando eres feliz y se te nota,

o cuando eres genial con una frase

que lo resume todo, o cuando ríes

(tu risa es una ducha en el infierno),

o cuando me perdonas un olvido.

Pero aún me gustas más, tanto que casi

no puedo resistir lo que me gustas,

cuando, llena de vida, te despiertas

y lo primero que haces es decirme:

"Tengo un hambre feroz esta mañana.

Voy a empezar contigo el desayuno."



Luís Alberto de Cuenca, sencillamente genial.

martes, octubre 09, 2007

Perdóname.
Por el miedo que me hace barbotear sinsentidos
cuando no me quieres escuchar.
Y bastaría mirarte, verme en la oscuridad,
oler la mezcla de sentimientos
de chocolate, de café caliente, de arena y sed.


Perdona mis imprudencias,
las que me hacen reir y las que luego me hacen llorar.
…y tú te enfadas.


Perdóname por dormirme viendo Citizen Kane y,
(por segunda vez) perderme el final.


Perdona por quererte tanto, y, sin embargo,
no haber aprendido a soplar besos
que lleguen donde tú estás.


Yo te perdono,
siempre,

(espantando nubes de egoísmo)

por cada vez que alumbras una sonrisa
y no la puedo disfrutar.