miércoles, septiembre 23, 2009

De colores




























Ayer fue un día rojo.
Madrugué y rojos coloreé mis labios. Roja era la pasión de mi alma, la alegría y la fuerza con que la ciudad me absorvía. Callejeando incansable, recuperando rincones y descubriendo cambios pequeños, pero determinantes. Con el sol bien alto, con el andar libre de ir donde quisiera llevarme. Te eché de menos con alegría, pensando 'ojalá pudieras acompañarme, ojalá te pudiera enseñar todo lo que para mí, en esta urbe, es vivido, es importante'.


Hoy es un día azul. Me he quedado en la cama, remoloneante. Deshaciédome de las pesadillas que llevaban tu nombre. Echándote de menos en pijama, que resulta más melancólico, y encima llueve y el cielo es gris, y yo quiero cerrar los ojos y abrazarte. Me siento lánguida y reflexiva, queriendo invocarte. Me esperan muchas horas en coche, viendo las gotas a través del cristal, y tal vez, en el vaho de mi ventana, escriba tu nombre.


miércoles, septiembre 16, 2009

Con alas...

La noche ha sobrepasado todas las horas decentes y yo vivo el resto con ella.

El umbral que he cruzado, y los que me quedan por cruzar, llenan mi vida de incerteza, pero llena de esperanza y claridad.

Volaremos sobre hogueras en la playa, nos bañaremos con las gotas del rocío al amanecer, pero siermpre permaneceremos hadas, aunque haya que volver a empezar.

viernes, septiembre 04, 2009

Elegía

Éste es un vuelo de inspección. Aleteo un par de veces al amanecer, después de una ducha fría y de frotar con fuerza, por si las heridas profundas se atreven a aparecer. Las emociones las llevo a flor de piel. Por aquí, el otoño se empieza a adelantar.

Hace un mes que mi rosita se fue, hace un mes que la muñeca rota, con las alas perdidas ya, abandonó toda lucha y oportunidad. No me gustan las ausencias sin justificar. Echar de menos con la resignación lenta que me dice que esto va a ser de verdad. Una nota y nada más… La distancia entre dos personas a las que, aquel día, el destino no quiso dejarse encontrar. Darme cuenta de que el futuro no existe, que sólo tenemos el ahora, que la vida apremia y no se puede desaprovechar.

La rabia y el dolor se juntan y se alimentan, la traición que más me duele es la de las que ya no están. Odio llorar sola, aunque sea por voluntad. No hay nadie con quien empaticen mis lágrimas, esas que dan ganas de sacudirse, de morder, de echar el tiempo (siempre irremisible) atrás.

Mis alas se cansan de volar en soledad, aterrizo de nuevo entre los mininos suaves que, a la vera de mi cama, no me dejan sola y me tocan, se tumban a mi lado acariciando con su hocico mis llagas, maullando a coro los vacíos que dejaron los ángeles que decidieron marchar. Sólo el amor unidireccional, y el recuerdo, permanecerán.

Y saber, sin embargo, que una palabra tuya es todo lo que necesito para sanar.