Nubes

Ando perdida entre leyendas y cuentos de ciudades legendarias, prohibidas.


Quiero entrar dentro de ti y dibujar corazones en tu estómago para que me sientas, paso a paso, lentamente y sin descanso.

Me pregunto paradojas que sólo la nada puede responder pero yo me contesto, me carcomo el alma para que la repares.

Yo reparo tu ropa, y, quizás, sólo tal vez, te dibuje un corazón de papel.

Joven desnudo, de Hippolyte Flandrin, 1936

Así me siento yo: desnuda, desprotegida y sola.

Desnudos mis sentimientos a la merced del frío, desprotegida de los ataques a mi yo interno, sola frente a la Navidad, de nuevo.

Brumas, brumas como la nieve que aquí no caerá, pero que cubre mi visión, impidiéndome a ratos, fugaces pero eternos, a su vez, sentir la calidez de lo que es pero no está, de lo que debería sentir y a veces me olvido de recordar.

Desasosiego constante, pequeño pero incómodo, que me hace creer, que me hace querer, un lugar para el alma, un lugar mejor.

Significas.

Con nuestra vuelta, todo ha vuelto a su (des)orden, como mi cama, así la hemos dejado este laaaaargo fin de semana, entre el calor del cuerpo y mis ideas acaloradas.

Es un placer despertarme y observarte, y cuando de nuevo marchas, tu olor inunda mi almohada, así que te ensueño, hasta la próxima vez que ordenemos te quieros al revés, que es como nos gusta más, es nuestro estilo personal de construir, deconstruyendo significados para volverlos a inventar.

Me niego a aceptar las nomenclaturas clásicas, pues la autenticidad (eso sí, no niego que peculiar) merece un orden particular.